06
Mon, May

LA COBARDE HONESTIDAD VALIENTE

Ciudad de México
Cuando se da un acontecimiento que reúne las características de noticia, el periodista acuda al lugar para informarse lo más fehacientemente posible de todos los detalles que lo motivaron y no pocas veces expone la vida. Esta misma actitud debe darse con mayor importancia en el hombre que dirige los destinos de un país o de un determinado lugar.

Hace años, cuando cayeron las torres gemelas, vimos en la televisión a Rudy Giuliani entre los escombros, de día, de noche, de madrugada. Dio extensas entrevistas a los diferentes medios y motivó que la gente de muchos lugares del mundo se preguntara: “¿a qué hora duerme este hombre? Conste que no se promovía para ningún cargo ni estaba en vísperas de elecciones para salvar su integridad o para heredar el mando a un incondicional.

Simplemente daba muestras de cumplimiento cabal de su encargo, con irrestricto apego a su investidura y con toda la entereza que la situación le demandaba, de inmensa emergencia por la tragedia ocasionada por un grupo de fanáticos que planearon y ejecutaron una embestida sin precedentes, tanto a las famosas torres como a otros edificios, incluido el intento fallido de asesinato del Presidente, que no se encontraba en uno de esos lugares.

Después del huracán Otis, que devastó Acapulco y muchos otros lugares cercanos, nadie del gobierno de Morena anticipó una alerta. El Presidente, que sólo está pendiente de casos electoreros, ni siquiera se enteró, como no se entera de nada que sea importante para los mexicanos, que no sea el tema que cito.

Ignoró el Sistema de Alerta Temprana para Ciclones Naturales (SIAT), a cargo de Laura Vázquez Alzúa, ¡hágame el favor! Experta en historia y arte. De todas formas, al Ejecutivo poco le importan los peligros que vive diariamente la población, cuyo incierto destino dirige. Tan cierto, que después del tremendo meteoro ha ido ocho veces al puerto suriano sólo a esconderse en la Base Naval.

Aquella frase que esgrimió durante su candidatura a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, “Honestidad Valiente”, quedó hecha trizas y al descubierto su gigantesca cobardía, exhibida grotescamente con hechos como ir a Badiraguato cuando tiene algún pendiente con los narcos, pero no a Acapulco a enterarse por su cuenta, fehacientemente, de los destrozos.

Habla a ciegas de la situación y profiere mentiras hasta cuando no habla, de que el puerto quedará listo en unos cuantos meses. Los porteños saben a ciencia cierta que es sólo una de las diarias falacias que discurre. Como aquella que esgrimió en campaña de que investigaría profundamente el caso Ayotzinapa.

Cuando se comprometió, escribí en Milenio que haría lo mismo que su antecesor, Peña Nieto: soslayar el caso hasta que su gobierno terminara. Que no haría nada nuevo para dar con los autores de la desaparición de los estudiantes. en este asunto bautizado con el nombre de “crimen de Estado.”

Y en verdad, durante los poco más de cinco años que lleva su gobierno, no hay absolutamente ningún avance. El mismo mandatario ha dado en utilizar el foro de la Naval para prolongar sus matutinas mentirosas y para fustigar con todo el furor de su verborrea, a quienes tiene enfrente. Además, es obvio que, en Guerrero, haya motivos de sobra para inquirirle sobre Ayotzinapa.

En la última visita y resguardado por los militares, señaló a los que dirigen las esperanzas de los padres demandantes, de obstruir las pesquisas, lo que motivó que los familiares manifestaron que ya deje de señalarlos y de “desviar la atención sobre lo importante del caso, que es conocer los 800 folios en poder del Ejército, con información relevante para la investigación”.

Los padres señalaron que el fracaso no está en las organizaciones de derechos humanos que han participado, sino en la búsqueda de soluciones del gobierno federal. ¿Qué respondió el honesto valiente? “No coincidimos, pero así es la democracia”. Los culpó de politizar el asunto. Aunque ha acabado finalmente por reconocer que no se resolverá durante su gestión. ¡Pero a qué hora!

ariosruiz@gmail.com

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Cuando se da un acontecimiento que reúne las características de noticia, el periodista acuda al lugar para informarse lo más fehacientemente posible de todos los detalles que lo motivaron y no pocas veces expone la vida. Esta misma actitud debe darse con mayor importancia en el hombre que dirige los destinos de un país o de un determinado lugar.

Hace años, cuando cayeron las torres gemelas, vimos en la televisión a Rudy Giuliani entre los escombros, de día, de noche, de madrugada. Dio extensas entrevistas a los diferentes medios y motivó que la gente de muchos lugares del mundo se preguntara: “¿a qué hora duerme este hombre? Conste que no se promovía para ningún cargo ni estaba en vísperas de elecciones para salvar su integridad o para heredar el mando a un incondicional.

Simplemente daba muestras de cumplimiento cabal de su encargo, con irrestricto apego a su investidura y con toda la entereza que la situación le demandaba, de inmensa emergencia por la tragedia ocasionada por un grupo de fanáticos que planearon y ejecutaron una embestida sin precedentes, tanto a las famosas torres como a otros edificios, incluido el intento fallido de asesinato del Presidente, que no se encontraba en uno de esos lugares.

Después del huracán Otis, que devastó Acapulco y muchos otros lugares cercanos, nadie del gobierno de Morena anticipó una alerta. El Presidente, que sólo está pendiente de casos electoreros, ni siquiera se enteró, como no se entera de nada que sea importante para los mexicanos, que no sea el tema que cito.

Ignoró el Sistema de Alerta Temprana para Ciclones Naturales (SIAT), a cargo de Laura Vázquez Alzúa, ¡hágame el favor! Experta en historia y arte. De todas formas, al Ejecutivo poco le importan los peligros que vive diariamente la población, cuyo incierto destino dirige. Tan cierto, que después del tremendo meteoro ha ido ocho veces al puerto suriano sólo a esconderse en la Base Naval.

Aquella frase que esgrimió durante su candidatura a la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, “Honestidad Valiente”, quedó hecha trizas y al descubierto su gigantesca cobardía, exhibida grotescamente con hechos como ir a Badiraguato cuando tiene algún pendiente con los narcos, pero no a Acapulco a enterarse por su cuenta, fehacientemente, de los destrozos.

Habla a ciegas de la situación y profiere mentiras hasta cuando no habla, de que el puerto quedará listo en unos cuantos meses. Los porteños saben a ciencia cierta que es sólo una de las diarias falacias que discurre. Como aquella que esgrimió en campaña de que investigaría profundamente el caso Ayotzinapa.

Cuando se comprometió, escribí en Milenio que haría lo mismo que su antecesor, Peña Nieto: soslayar el caso hasta que su gobierno terminara. Que no haría nada nuevo para dar con los autores de la desaparición de los estudiantes. en este asunto bautizado con el nombre de “crimen de Estado.”

Y en verdad, durante los poco más de cinco años que lleva su gobierno, no hay absolutamente ningún avance. El mismo mandatario ha dado en utilizar el foro de la Naval para prolongar sus matutinas mentirosas y para fustigar con todo el furor de su verborrea, a quienes tiene enfrente. Además, es obvio que, en Guerrero, haya motivos de sobra para inquirirle sobre Ayotzinapa.

En la última visita y resguardado por los militares, señaló a los que dirigen las esperanzas de los padres demandantes, de obstruir las pesquisas, lo que motivó que los familiares manifestaron que ya deje de señalarlos y de “desviar la atención sobre lo importante del caso, que es conocer los 800 folios en poder del Ejército, con información relevante para la investigación”.

Los padres señalaron que el fracaso no está en las organizaciones de derechos humanos que han participado, sino en la búsqueda de soluciones del gobierno federal. ¿Qué respondió el honesto valiente? “No coincidimos, pero así es la democracia”. Los culpó de politizar el asunto. Aunque ha acabado finalmente por reconocer que no se resolverá durante su gestión. ¡Pero a qué hora!

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