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México, envuelto en la desconfianza

Análisis a fondo
Francisco Gómez Maza




A medida que ha dado vueltas el reloj, entre el primero de diciembre de 2012 y lo que va del quinto año de este sexenio de escándalos de corrupción e impunidad, la desconfianza se ha apoderado de la mayoría de los mexicanos.
México se ha vuelto el país de la desconfianza. Nadie confía en nadie. La mayoría, sino es que todos, desconfían del presidente, de su gabinete, de los diputados y senadores, de los gobernadores, de los presidentes municipales, de los dirigentes partidistas, de todos entre todos.
Y es que no es para menos. Ejemplo. El más reciente desmadre con la detención del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, enriquecido a lo bestia al amparo del PRI gobierno y de sus amigos en Los Pinos. Los estrategas federales esperaban que la detención del abusivo funcionario tuviera efectos positivos en la recuperación de la confianza de la gente, sobre todo en los estados donde se va a elegir al gobernador el venidero 4 de junio. Pero nada. Los ciudadanos no respondieron. El efecto Duarte se quedó, por el momento, en una celda de Xelajú mascullando su pena, su dolor y tragándose la risa burlona y las lágrimas, así como los sueños de grandeza que alimentó con cada peso robado al Erario veracruzano. De disfrutar de todo, el hombre pasó a padecer de todo. Sólo, sin nadie, en una cárcel lejana, después de haber dormido en las mejores camas.
Da pena nuestra situación. No confiamos en nadie. Ni en nosotros mismos. Menos en nosotros mismos. Y esto es gravísimo. Los extranjeros han perdido la poca fe que le tenían a Enrique Peña Nieto, a quien llegaron a calificar como el salvador de México. Como el milagrero que iba a sacar a México de su crisis económica y lo iba a poner a rolar junto con los países más poderosos de la tierra.
Pero Peña Nieto les falló. Se puso de pechito para que todo el mundo le arrojara tomatazos y huevazos, cuando aquel escandalito de la Casa Blanca, de ochentaytantos millones de pesos, que él achacó a su esposa. Un escándalo de corrupción y de conflicto de intereses que derramó el vaso y acabó con la poca confianza que quedaba entre los mexicanos y entre los extranjeros. Se acabó la
Francisco Gómez Maza




A medida que ha dado vueltas el reloj, entre el primero de diciembre de 2012 y lo que va del quinto año de este sexenio de escándalos de corrupción e impunidad, la desconfianza se ha apoderado de la mayoría de los mexicanos.
México se ha vuelto el país de la desconfianza. Nadie confía en nadie. La mayoría, sino es que todos, desconfían del presidente, de su gabinete, de los diputados y senadores, de los gobernadores, de los presidentes municipales, de los dirigentes partidistas, de todos entre todos.
Y es que no es para menos. Ejemplo. El más reciente desmadre con la detención del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, enriquecido a lo bestia al amparo del PRI gobierno y de sus amigos en Los Pinos. Los estrategas federales esperaban que la detención del abusivo funcionario tuviera efectos positivos en la recuperación de la confianza de la gente, sobre todo en los estados donde se va a elegir al gobernador el venidero 4 de junio. Pero nada. Los ciudadanos no respondieron. El efecto Duarte se quedó, por el momento, en una celda de Xelajú mascullando su pena, su dolor y tragándose la risa burlona y las lágrimas, así como los sueños de grandeza que alimentó con cada peso robado al Erario veracruzano. De disfrutar de todo, el hombre pasó a padecer de todo. Sólo, sin nadie, en una cárcel lejana, después de haber dormido en las mejores camas.
Da pena nuestra situación. No confiamos en nadie. Ni en nosotros mismos. Menos en nosotros mismos. Y esto es gravísimo. Los extranjeros han perdido la poca fe que le tenían a Enrique Peña Nieto, a quien llegaron a calificar como el salvador de México. Como el milagrero que iba a sacar a México de su crisis económica y lo iba a poner a rolar junto con los países más poderosos de la tierra.
Pero Peña Nieto les falló. Se puso de pechito para que todo el mundo le arrojara tomatazos y huevazos, cuando aquel escandalito de la Casa Blanca, de ochentaytantos millones de pesos, que él achacó a su esposa. Un escándalo de corrupción y de conflicto de intereses que derramó el vaso y acabó con la poca confianza que quedaba entre los mexicanos y entre los extranjeros. Se acabó la fuerza del petróleo, que iba a dar a México la capacidad de ser una economía competitiva internacionalmente, y con infinitas posibilidades de acceder a un desarrollo pleno, que crearía muchos empleos para la desencantada clase trabajadora mexicana.
Pero falló la cuenta. Ahora, de escándalo en escándalo, los mexicanos no encuentran el camino que les cerraron los gambusinos del PRI, acompañados de una partidocracia integrada por una clase política ventajosa, ladrones de los presupuestos del INE, y en muchos casos, al amparo de lo peor del país. Yo no se si sean corruptos. No me consta. Pero de que los dineros desaparecen como por arte de magia nadie me lo puede negar. Y de que, de la noche a la mañana, muchos políticos van de helicóptero en helicóptero, de un lado para el otro, tampoco. En fin. Que se acabó la confianza no hay la menor duda. Ni con la detención de Tomás Yarrington, ex gobernador de Tamaulipas, ni con la de Duarte de Ochoa, de Veracruz, la renovaron los mexicanos, y menos los extranjeros. Si gana el PRI en las próximas elecciones no será porque la gente vote conscientemente por él, sino porque muchos mexicanos le van a vender su voto por un platito de lentejas o poir una huajolota (torta de tamal). Sólo así gana el PRI. Haciendo chanchullos. Esto ya lo sabemos desde endenantes.
Veamos los asuntos económicos y la confianza. Un informe del Índice de Confianza de Inversión Extranjera Directa, de ATKearney, revela que México logró subir de la posición 18 a la 17 del Índice susodicho, pero no logró ubicarse dentro de los 10 primeros sitios, como estuvo en el 2015 y en años pasados. Si bien, las reformas estructurales le dan atractivo al país, existen factores de incertidumbre externa y cuestiones internas que provocan que se mantenga entre el sitio 17 y 18 de la lista, dijo el socio y director general de ATKearney Hispanoamérica, Ricardo Haneine.
El mayor atractivo de México para invertir es la existencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, aunque las ventajas competitivas de dicho convenio podrían cambiar por su posible renegociación. Haneine dijo que Brasil se ubica mejor que México, en el sitio 16, a pesar de la caída de cuatro lugares que tuvo dicha economía sudamericana.
De acuerdo al Índice de Confinza de IED, los países más atractivos para invertir son: Estados Unidos, Alemania, China, Reino Unido y Canadá. Menos México.
Por otro lado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) mantiene sin cambio su estimación de crecimiento económico para México para este año y el siguiente. En el Informe de Perspectivas Económicas Mundiales (WEO por sus siglas en inglés), que dio a conocer antes de la Reunión de Primavera, consideró dejar en 1.7% su expectativa para la economía mexicana para 2017, que estableció en enero pasado. Para 2018 tampoco ajustó su pronóstico de 2% y la dejó tal y como la calculó en el reporte previo.
Es la primera vez en lo que va del año que el Fondo no modifica su proyección y después de varios ajustes que realizó en 2016 como consecuencia del contexto externo adverso. Apenas en enero pasado, cuando recortó su pronóstico de 2.3% a 1.7% para 2017, el FMI anticipaba que México, junto con Brasil, serían las economías más afectadas por la incertidumbre generada alrededor de las políticas que podría aplicar la nueva administración en Estados Unidos.
La más reciente estimación que hizo el Banco de México (Banxico) ubica a la economía con un crecimiento de entre 1.3% y 2.3% para 2017 y para 2018, con un intervalo de 1.7% y 2.7 por ciento.
El primero de abril en los Pre-Criterios Generales de Política Económica 2018, entregados al Congreso de la Unión por Hacienda, la Secretaría ajustó su meta de crecimiento para este año para dejarla en un rango de 1.3% y 2.3% y para el próximo la colocó entre 2% y 3% En la última encuesta de expectativas que levanta el banco central, el consenso de analistas se redujo.
Así pues. Ahí véanlo. Tenemos la suerte de que cada sexenio es peor que el anterior o mejor que el siguiente desde hace como cuatro décadas, en las que hay más medios para cuantificar la marcha de la economía.
Pero no podemos seguir así. El país requiere un cambio profundo. Un cambio de modelo económico. Un cambio de política política que ya el PRI no puede ofrecer por el desgaste histórico y porque los neopriistas adoptaron una posición infinitamente más conservadora que la del Partido Acción Nacional. Es grave, pero el PRI, los priístas, navetan a la extrema derecha del PAN. Ah. Y odian a López Obrador, cuando no tienen autoridad moral para nada.
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