La predilección dictatorial comunista de Andrés Manuel López Obrador -el Caín de Macuspana-, sigue con su tendencia de aferramiento al poder y plantar un legado de “ideas inmortales” a los
La ceguera del tabasqueño le ha tendido infinidad de facetas interpretativas en su carrera política, careciendo del prodigio dominio de piezas de oratoria ilustrativamente académicas y políglotas, connotándose en un profundo fanático agente del antisemitismo Castro-Chávez-Maduro, sumándose la contra de quienes son sus adversarios que integran la Mafia del Poder neoliberal, la cual guarda un silencio sepulcral como una oposición –no rijosa, sino inteligente, y menos respondona-, aparentemente ajena a los acontecimientos de los graves sucesos que aquejan a millones de mexicanos.
La izquierda gobernante en México volvería al redil de la confrontación en caso que en 2024, Morena llegara a perder la elección presidencial, dando pauta a la reyerta social porque no aceptaría el escrutinio del electorado en su contra por su mala conducción de la Nación, y que hasta el momento ha orillado a miles ser víctimas del crimen masivo de Estado, traducido en genocidio.
Configurándose como un político moralmente derrotado, López ha centrado sus manifiestos públicos en una histriónica discursiva discriminatoria, sexista y misógina, con propensiones raciales retrógrada muy apropiadas de los principios del siglo XX, y que a más de un siglo de la gestación revolucionaria rusa de 1917 –por ejemplo-, este movimiento se ensalza como uno de capítulos más importantes de la historia contemporánea.
Inspirado en las doctrinas eternas particularmente del trotskismo y del goebbelismo, López Obrador está muy lejos de sentar sus pedestales para figurar como un “líder mundial”, sino más bien, sería –por su posición e investidura emanada de una histórica votación popular-, “un estadista de medio pelo confuso”, “débil y carente de visión”, “un sin pies ni cabeza”, porque ni siquiera eso podría presumir que haya surgido de una sólida plataforma ideológica que lo ponga en el concurso mundial de los poderosos del Grupo de los 20, principal espacio de deliberación política y económica del mundo.
Conjuga sus ambiciones en la mezcla de un agotado tóxico coctel geopolítico. El nazismo de Hitler, y el del social comunista antidemocrático ruso, León Trotsky, el presidente López no tiene ponderación política porque en el círculo rojo del poder internacional, muchos lo han criticado; primero de ser un “matoncito”; y últimamente, en Suiza aseguran que “AMLO es ejemplo del peor presidente”.
Con plena exactitud, grupos antagónicos al presidente, han demandado abiertamente que ya se vaya López, que deje el poder, y que se dedique el fin de sus años por su pensamiento abstracto producto de la senectud psicológica.
Anómalo por donde se le quiera comparar, de acuerdo a la analogía de la trama fílmica que presenta Netflix referente a la compleja e histórica figura de León Trotsky, misma que recobra vida en una biografía épica de ocho episodios, muestra la tumultuosa vida del revolucionario ruso, aliado del partido bolchevique, quien nunca pretendió conquistar el poder porque estaba consciente que de cristalizar esa ambición, incendiaría a toda la URSS.
A la distancia de entre Trotsky y “el camarada iletrado” López, existe un abismo de 103 años de diferencia. Épocas diferentes, matices políticos incompatibles, pero en el estilo de todo instrumento político, el alma del fantasma los redondea en coincidencias, solo que en ese periplo del tiempo contemporáneo de la evolución mexicana, se despliegan las castas de conocidos y desconocidos cleptómanos morenistas en el sector público, bajo la connivencia del soviet legislativo de San Lázaro.
Trotsky, dejó un extraordinario legado que a pesar de su trágica desaparición, fue un auténtico e incomparable ideólogo nato basado en principios éticos y filosóficos; en cambio, la ternurita de López, sigue siendo un subversivo pero fácil de controlar, por su propia condición de ser procaz, grotesco e indecoroso; un títere al servicio de los gringos. Es decir, las Logias del Poder norteamericano lo impusieron como presidente de México para estar a las órdenes del presidente más poderoso del mundo, Donald Trump, y someter a millones de mexicanos y centroamericanos.
Hablar de las Mafias del Poder neoliberal mexicano, pese a que el PRI fortuitamente guarda su ayuno sexenal al haber perdido el poder presidencial en 2018, en el escaparate político aún pesa su presencia por su fortaleza, que en un ensayo de reflexión, el tricolor también tienen que someterse a las arrogancias del Tío Sam.
Calificarse de camaradas entre bolcheviques, era una connotación marcadamente socialista inventada por los soldados. Los camaradas vivían juntos, compartían beneficios, pertenencias, peligros e infortunios. El mal augurio para la Europa socialista es que, una vez que triunfaba la Revolución, nuevos Mesías reinarían, acabándose toda camaradería.
Metafóricamente, cruzando vertiginosamente el Océano Pacífico hacia el Continente Americano, en un viaje de ensueño histórico, es ahora o nunca cuando la sociedad mexicana debe unirse y sacudirse las patrañosas lacras morenistas que han agobiado y secuestrando la voluntad popular.
Los engaños históricamente cuestan, peor aún si están encabezados por un imberbe disléxico que paulatinamente viene haciendo más ricos a los ricos, más miserables a los pobres; y lo insólito y extravagante, hacer multimillonarios a su parentela parasitaria.
El grado de descomposición psiquiátrica de López es tender la mano a otros países cuando sus paisanos se están muriendo de hambre, abrumados por la pandemia del Covid19.
El clamor popular y su legítima reclamación, está tocando constantemente las puertas de Palacio Nacional. Es ahora o nunca cuando la sociedad debe reforzar su preferencia electoral en junio de 2021, para lograr su nueva liberación, rechazando la talla malvada comunista de Andrés Manuel López Obrador, el hombrecillo que se propuso a imponer la agenda política nacional, haciendo caer en su garlito a políticos que ante su mutismo, se cristianizaron en tenaces cómplices.
Esos encubridores conspiran junto con el neo-camarada-bolchevique-mexicano -a quien califican “El Destripador de la República”-, “va en caballo de hacienda” para abolir la Suprema Corte de Justicia de la Nación que es el máximo órgano judicial -el tribunal constitucional y cabeza del Poder Judicial Federal de México-, para manipular el poder a su antojo, hasta hacer soberbios cambios al Instituto Electoral bajo su conveniencia perversa y senil, y poder reelegirse por seis años más en la presidencia de México.
Por igual, su mesianismo le ha permitido pisotear todas las leyes mexicanas, no respeta a nadie, creyéndose el Mesías mexicano, tiene la petulante facultad de desaparecer a las instituciones que desde su entonces campaña político-electoral, con sentido amenazador, siempre las desdeñó mandándolas al diablo.
El Poder Legislativo –el soviet de San Lázaro-, lo ha transformado en una jauría de prostitutas asesinas corrompidas, que si bien su “revolución” silenciosa ha sido diferente sin tomar las armas, su modelo trostkista-leninista, continuamente tropieza en la incertidumbre y en la mediocridad, sobresaliendo como un incompetente que ha deformando la solemnidad de la silla presidencial de Palacio Nacional, hoy convertido en el epicentro del Narco Poder de América Latina, bajo la ordenanza del Foro de Sao Paulo, a pesar de que México es el traspatio de los gringos.
A López Obrador se le agrega otro aristocrático título como potentado y nuevo capo-mexicano-siciliano; se erige como el nuevo camarada del narco latino, representando dicho papel como un segundo Dios, emergido de las cloacas para defender su graciosa Ley de Amnistía, a favor del sanguinario Crimen Organizado.
Si bien León Trotsky, el auténtico camarada judío-soviético, ideólogo y co-constructor de la URSS -hoy modificada tras el derrumbamiento del Muro de Berlín-, se ungió como el promotor del cambio.
“Yo pienso en grande” –avizoraba-; tenía que reemplazar a los imperialistas del zarismo ruso, porque él -el hombre de la barba de candado y sus lentes de un intelectual que también copió esa moda el revolucionario inglés John Lennon, 50 años después dándole mayor realce a la evolución cultural-, convencido afirmaba: “Dios no existe. Nunca, nadie lo ha visto”, dejando entrever su perspectiva de ser el próximo líder de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas.
El afán teológico de conocer más allá de lo terrenal, Lennon con un dejo de vanidad, en la cúspide de los Beatles, consideraba que el Cuarteto de Liverpool eran más que Dios. “Somos más populares que Jesús”.
Trotsky utilizó a mucha gente como un instrumento de poder, “porque confiaban en su camarada”. Trotsky movió masas de trabajadores convencidos de su triunfo en el movimiento bolchevique de 1917.
Fue desterrado por el dictador Iósif Stalin a la muerte de Vladimir Ilyich Lenin, refugiándose como asilado político en México donde es arteramente asesinado por el infiltrado agente del servicio de seguridad soviético NKVD, el español Jaime Ramón Mercader del Río, quien se hizo pasar como periodista y quien se había comprometido en escribir la vida de Trotsky. Sus charlas eras abiertamente muy polémicas, pero largamente ilustrativas.
Tanta fue la convivencia de Trotsky con Mercader, en un somero descuido el español, hizo también su amante a Frida Kahlo. Todo esto porque Diego Rivera le pidió libertad sexual a Frida y ella, sintiéndose malquerida o desplazada, empezó a volar para saciar su adicción sexual.
El traidor Mercader tenía la consigna de matar al “Jehová de la Hoz y el Martillo”, a como diera lugar; utilizó un piolet que coleccionaba León y exhibía en una pared de una vieja casona del suburbio de Coyoacán de la Ciudad de México, propiedad del pintor Diego Rivera. En el forcejeo de la trifulca, Mercader se lo clavó en repetidas ocasiones en la cabeza, hasta dejar sin vida al líder soviético, el 21 de agosto de 1940.
López Obrador, si bien padece de sus facultades mentales –se le ha diagnosticado Oligofrenia, Esquizofrenia, Paranoia, Dislalia, Disartria y Anosognosia-, tras 20 años de lucha por hacerse del poder y ya como Presidente de México, rápidamente se dibujó como un político moralmente derrotado por su arrogante oclocracia, la cual se nutre del rencor y la ignorancia.
Comparar a León Trotsky con López Obrador, no tiene ningún punto de partición. Vendría siendo una incrédula ociosidad. No da lugar a semejante infracción a la inteligencia.
La sociedad espera que no sea también otra ocurrencia estrafalaria o estrategia disfrazada de la Cuarta Transformación (4T), porque ha sido el mismo Andrés Manuel “el que se mete su propia pata” para caerse y quedar en vergüenza. El peor enemigo de Andrés Manuel es López Obrador.
Su aparato logístico también tiene culpa de ello porque no sabe imponerse y hacerse respetar ante el patrón de la hacienda de Palacio, ya que se ha documentado que el Ejecutivo todo se “fusilaba”, y en consecuencia, todo le fue salido mal. No tiene iniciativa ni de lo que hace, porque es un experto de la simulación.
Una administración fascinada por su terquedad, sigue sin ofrecer ninguna garantía de respeto a las instituciones, y menos de desarrollo económico para las clases más desprotegidas, cuando a millones de mexicanos los han dejado sin trabajo que lastimosa y paradójicamente votaron por su Mesías, hoy están arrepentidos y caídos en el tobogán de la desgracia, víctimas del hambre.
Si le pidieran a Trotsky cómo calificaría al gobierno de López, con seguridad no solo lo desautorizaría, sino ordenaría su fusilamiento de forma inmediata. This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.
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