PERFIL DE MÉXICO
*LA BORRACHITA DE TATA NACHO
Armando Ríos Ruiz
Hace muchos años, los sucesivos gobiernos en turno pudieron controlar
*LA BORRACHITA DE TATA NACHO
Armando Ríos Ruiz
Hace muchos años, los sucesivos gobiernos en turno pudieron controlar
con cierta facilidad a los grupos de narcotraficantes, entonces en formación. Pero
vislumbraron un negocio sin precedentes y prefirieron utilizarlos a su favor, a
cambio de compartir las cuantiosas riquezas que la actividad ilegal deja. Hasta
que llegó uno, en 2018, que además de permitir abiertamente las acciones ilícitas,
les brindó toda la protección desde el lugar más importante del poder.
Durante este gobierno encabezado por el tabasqueño López, quien, según
él acabaría con la corrupción, ésta se desbordó hasta llevar a nuestro país, para
vergüenza de los mexicanos ante el mundo, al primer lugar, de acuerdo con
Transparencia Internacional y con la Organización Para el Comercio, el Desarrollo
y la Economía. Aun así, mexicanos sin un rasgo de conciencia se han dado a la
tarea de pedir idiotizados: “¡Andrés, Andrés… repite otra vez…!”
El narcotráfico existe desde tiempo inmemorial, pero en el último cuarto del
siglo pasado comenzó su crecimiento con la aparición de cárteles en diferentes
rumbos, fomentados por esa dualidad conformada por la autoridad que permite y
la delincuencia que paga generosamente. Fue indiscutiblemente con la llegada del
tabasqueño que el crimen alcanzó los más altos niveles, por la tolerancia del
mismo Presidente de México, que no reparó siquiera en exhibir su infamante
cinismo.
Como un respiro, volvió a alcanzar la Presidencia de Estados Unidos un
individuo que no sabe mucho de política como sí de negocios. Pero que percibe
claramente que la huella que quiere dejar es con el uso de nuestro país como
trampolín, además de esgrimir una traza muy a la usanza del país del norte, de
entrometerse en otras partes del planeta porque es su único protector.
México fue blanco de sus campañas y llegó el momento de poner en
práctica sus promesas de acabar con una droga que ha cobrado más de 350 mil
consumidores en Estados Unidos, de acuerdo con un reporte. Pero esta promesa
conlleva, además, el exterminio de quienes la producen y la trasladan, cuyos
laboratorios están en Sinaloa principalmente, aunque también en Tamaulipas y en
Monterrey, con el permiso de sus respectivos gobernadores, de acuerdo con lo
que hasta ahora se sabe. Aunque podrían existir en otros estados.
Y si sus propósitos eran otros, la Presidenta ha tenido que aceptar las
perspectivas de Trump, con gruñidos y reniegos de defensa de la soberanía que
ya no escucha nadie y ha puesto a trabajar a su policía estrella, Omar García
Harfuch, quien ha informado que ya lleva 13 mil delincuentes capturados,
llamados como le gusta al verdadero jefe de jefes o a Amlo, con el respetuoso
nombre de generadores de violencia, para que sus majestades no se molesten.
Código Magenta documentó que al momento han sido desmanteladas
varias decenas de laboratorios que producían fentanilo. Imposible olvidar que don
Amlo negó su producción cuantas veces pudo. ¡Cuánto querría la Presidenta
hacer lo mismo, para servir al patrón, como La Borrachita de Tata Nacho!
Mencionó algo que vale la pena repetir: muchos capos mexicanos han
manifestado que, si Estados Unidos va contra su gremio, que no sea tan violento y
por ello, hoy tocan las puertas para entregarse y decir todo lo que saben de
nuestros políticos gobernantes. Obviamente, en el vecino país se sabe
perfectamente de los alcances del problema, que tiene como invitados
permanentes a los gobernadores de Morena y a legisladores muy destacados del
más encumbrado rango.
Los que en México reniegan del destino a que es conducido el país, se
preguntan hasta dónde sería capaz de llegar la Presidenta. Por ejemplo, con
Rubén Rocha Moya, el culpable de los enfrentamientos entre las bandas de
delincuentes desde hace cinco meses. O con Américo Villareal en Tamaulipas o
con los dos gobernadores de Guerrero y con tantos políticos que conforman
descaradamente las hordas de criminales que al fin encontraron cobijo con un
Presidente consecuente, agazapado en algún rincón de México mientras se
decide su destino.
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