Francisco Gómez Maza
No estoy seguro que México deba de renegociar el TLC. Está en funciones la organización Mundial de Comercio (0MC), que tiene toda potestad de impulsar las relaciones comerciales justas entre los países miembros.
Un tratado de libre comercio no dispone de la fuerza suficiente para lograr la equidad y la justicia en esas relaciones. Lo hemos experimentado con el NAFTA. Los beneficiados de corto, mediano y largo plazos han sido para las grandes corporaciones globalizadas, que generalmente son de capital estadounidense, o canadiense son las ganadoras, aunque los defensores del libre comercio que digan lo contrario, que no hay vencedores ni ganadores, sino que ganan todos.
No estoy seguro que México deba de renegociar el TLC. Está en funciones la organización Mundial de Comercio (0MC), que tiene toda potestad de impulsar las relaciones comerciales justas entre los países miembros.
Un tratado de libre comercio no dispone de la fuerza suficiente para lograr la equidad y la justicia en esas relaciones. Lo hemos experimentado con el NAFTA. Los beneficiados de corto, mediano y largo plazos han sido para las grandes corporaciones globalizadas, que generalmente son de capital estadounidense, o canadiense son las ganadoras, aunque los defensores del libre comercio que digan lo contrario, que no hay vencedores ni ganadores, sino que ganan todos.
El campo mexicano no ha recibido más que maleficios. Está en agonía porque el TLC sólo permite hacer negocio con las grandes corporaciones ganaderas y la industria de alimentos.
Los campesinos mexicanos sólo son motivo de represión cuando solicitan apoyos para salir de ese atolladero de muerte en que se encuentra el campo. Y pregúnteles que opinan de la renegociación y de seguir uncidos a las voluntades estadounidenses, como miembros de un tratado o acuerdo que no les ha traído ningún beneficio, absolutamente ninguno, en las dos décadas que lleva de operación.
Y el campo es un sector muy importante en México si los promotores, el estado, le pusieran atención, y le diera asistencia de todo tipo así como recursos financieros blandos. Nadie en el campo quiere que México siga como socio de Estados Unidos y Canadá en el TLC.
Ahora dicen, en el Departamento de Comercio, que la renegociación del TLCAN o NAFTA comenzará a finales de año. Por lo visto a Trump ni le va ni le viene que haya acuerdos comerciales con México o con Canadá. Ellos, los estadounidenses, tienen todo el poder y el dinero para hacer de las suyas en momentos en que su economía va en declive y sus trabajadores están cada vez más molestos por las condiciones laborales en que se encuentran.
Los ganadores del TLCAN no son los mexicanos. Menos los trabajadores mexicanos, y menos los menudistas que atiborran las plazas y las aceras de mercancía corriente que dan muy caras al público mexicano. Otros ganones mexicanos son empresas que se dedican a los servicios, especialmente los bancarios. Los grandes bancos otrora mexicanos, ahora están en manos de extranjeros, estadounidenses los más poderosos, como el Banamex, que es la cereza del pastel del Citigroup. La globalización, el mercado libre, sólo ha logrado que tales instituciones se lleven el total de sus ganancias a sus casas matrices y no las reinviertan en México.
Los servicios financieros son un gran negocio de los extranjeros. Menos de los mexicanos. Hay muchas razones para renunciar a las “bondades” del libre comercio, que no es tan libre como aparenta. Siempre ha sido manipulado por el más fuerte. En este caso, el mercado estadounidense.
Talvez no se han dado cuenta los que gobiernan la economía mexicana, pero estamos a punto de abandonar el neoliberalismo que es el padre de los tratados de comercio libre, que siempre son tratados injustos porque el que traga más pinole es el que tiene más saliva, y en este caso es Estados Unidos es el que manda, siempre en la línea de un capitalismo salvaje, capitalismo de casino, capitalismo de palenque de gallos. Hay que darse cuenta de que la economía mundial está tomando otros caminos, uno de ellos el que les está trazando el fascismo de mercado que se instaló en la Casa Blanca, con un desquiciado de la cabeza a la cabeza. Este capitalismo fascista aboga por el proteccionismo en las relaciones con el resto de las naciones. Primero los intereses de los Estados Unidos, después los intereses de Estados Unidos y luego, en una rueda sin fin, los intereses de los Estados Unidos.
Pero la mediocridad, el miedo, del gobierno mexicano lo tiene paralizado. Y harán lo que les ordene Washington en esta materia. Todo está bien le dirán a Trump quienes puedan hablar por teléfono con él. Que creo que el único que puede hacerlo es el otro loquito que gobierna aquí.
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