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Tue, Nov

*La escuela del Cuau…

Lorenzo Delfin Ruiz
Sin proponérselo, el servicio informativo cotidiano que a través del canal cibernético Uno TV le cuelga Telcel a sus clientes, la tarde del día 6 reflejó en dos notas distintas una realidad grotesca regional que, a fuerza de repetirse en otras localidades, alcanza rango nacional.
La primera, titulada “Corte frena destitución de Cuauhtémoc Blanco”, reflejó lo que es: el pendenciero, briago, disléxico y cuasi analfabeta ex futbolista llevado a alcalde de Cuernavaca para penuria de un buen puñado de morelenses, libraba por antojo y protección de la Suprema Corte el procedimiento de revocación del mandato, iniciado por la legislatura local.
En términos barrocos, propios de la fábrica de leyes lanzadas con ánimo de hostilizar antes que de facilitarle la vida al pueblo, el recurso para darle cuello al televisivo y jorobadito personaje que lo relevante que tuvo como futbolista lo carece de político y administrador público, se lo encajó el Congreso porque no cumplió los requisitos de elegibilidad.
Dicho en términos llaneros, al señor don licenciado Cuauhtémoc Blanco (como supone uno que le gusta que lo traten ahora, aunque ignore que Benito Juárez es inmortal en obra y memoria, y que por más que quisiera no puede recibirle el saludo y agradecimiento que le envió durante una ceremonia cívica escolar) el Congreso morelense le pisa los huaraches porque al alcalde, en su febril deleite por el billete, se le culpa de haber vendido su fama en siete millones de pesos para ser candidato.
“Convencido” por maniobra y gracia de otro manojo de mafiosos políticos que lo llevaron al poder y con quienes terminó a rasguños, con traición y maledicencias de por medio, como muchos morelenses genuinos debió imaginar que su primera aventura política no era más que una vacilada –como realmente lo es-, que su candidatura no era más que un negocio –como realmente lo fue- y que ganaría menos votos que sus goles anotados –como sorprendentemente todo mundo se equivocó-.
Hartos de las chicanadas y tropelías de políticos sádicos con perfil de forajidos que involuntariamente ha engendrado Morelos, los habitantes de Cuernavaca aceptaron como candidato a un chilango avecindado en la capital del estado, votaron por él a ciegas y desde entonces, ¡ay nanita!, saben lo que es cohabitar con satanás y ser “gobernado” desde un antro.
Escandalizada por los constantes disparates de su alcalde, como haber inventado una vicepresidencia municipal en exclusiva para José Manuel Sanz, el representante de Blanco cuando fue futbolista y que se chuta 800 mil pesos en alimentos cada 90 días, Cuernavaca vive en virtual anarquía. Sus servicios son raquíticos y caros, mientras sus habitantes y el comercio padecen el asedio de narcotraficantes, de sicarios, de bandas de secuestradores, de policías corruptos… y de su presidente municipal asociado, por añadidura, con corruptelas.
La segunda nota en cuestión de Uno TV fue titulada: “ Este hombre pasó de la calle a millonario”. Aunque le queda al dedillo, no se trata de una extensión ni complemento de la información sobre Cuauhtémoc Blanco, pero a capricho del lector y de manera involuntaria, “alimenta” más el retrato retorcido del polémico alcalde de Cuernavaca.
El problema radica en que al país le sobran “Blancos” como el de Cuernavaca, quien pudiera argumentar como atenuante que, efectivamente, no es el único marrullero en México… y quizá en el mundo.
El pueblo, siempre sabio, le antepondría lo que es: consuelo de pendejo.
Sin proponérselo, el servicio informativo cotidiano que a través del canal cibernético Uno TV le cuelga Telcel a sus clientes, la tarde del día 6 reflejó en dos notas distintas una realidad grotesca regional que, a fuerza de repetirse en otras localidades, alcanza rango nacional.
La primera, titulada “Corte frena destitución de Cuauhtémoc Blanco”, reflejó lo que es: el pendenciero, briago, disléxico y cuasi analfabeta ex futbolista llevado a alcalde de Cuernavaca para penuria de un buen puñado de morelenses, libraba por antojo y protección de la Suprema Corte el procedimiento de revocación del mandato, iniciado por la legislatura local.
En términos barrocos, propios de la fábrica de leyes lanzadas con ánimo de hostilizar antes que de facilitarle la vida al pueblo, el recurso para darle cuello al televisivo y jorobadito personaje que lo relevante que tuvo como futbolista lo carece de político y administrador público, se lo encajó el Congreso porque no cumplió los requisitos de elegibilidad.
Dicho en términos llaneros, al señor don licenciado Cuauhtémoc Blanco (como supone uno que le gusta que lo traten ahora, aunque ignore que Benito Juárez es inmortal en obra y memoria, y que por más que quisiera no puede recibirle el saludo y agradecimiento que le envió durante una ceremonia cívica escolar) el Congreso morelense le pisa los huaraches porque al alcalde, en su febril deleite por el billete, se le culpa de haber vendido su fama en siete millones de pesos para ser candidato.
“Convencido” por maniobra y gracia de otro manojo de mafiosos políticos que lo llevaron al poder y con quienes terminó a rasguños, con traición y maledicencias de por medio, como muchos morelenses genuinos debió imaginar que su primera aventura política no era más que una vacilada –como realmente lo es-, que su candidatura no era más que un negocio –como realmente lo fue- y que ganaría menos votos que sus goles anotados –como sorprendentemente todo mundo se equivocó-.
Hartos de las chicanadas y tropelías de políticos sádicos con perfil de forajidos que involuntariamente ha engendrado Morelos, los habitantes de Cuernavaca aceptaron como candidato a un chilango avecindado en la capital del estado, votaron por él a ciegas y desde entonces, ¡ay nanita!, saben lo que es cohabitar con satanás y ser “gobernado” desde un antro.
Escandalizada por los constantes disparates de su alcalde, como haber inventado una vicepresidencia municipal en exclusiva para José Manuel Sanz, el representante de Blanco cuando fue futbolista y que se chuta 800 mil pesos en alimentos cada 90 días, Cuernavaca vive en virtual anarquía. Sus servicios son raquíticos y caros, mientras sus habitantes y el comercio padecen el asedio de narcotraficantes, de sicarios, de bandas de secuestradores, de policías corruptos… y de su presidente municipal asociado, por añadidura, con corruptelas.
La segunda nota en cuestión de Uno TV fue titulada: “ Este hombre pasó de la calle a millonario”. Aunque le queda al dedillo, no se trata de una extensión ni complemento de la información sobre Cuauhtémoc Blanco, pero a capricho del lector y de manera involuntaria, “alimenta” más el retrato retorcido del polémico alcalde de Cuernavaca.
El problema radica en que al país le sobran “Blancos” como el de Cuernavaca, quien pudiera argumentar como atenuante que, efectivamente, no es el único marrullero en México… y quizá en el mundo.
El pueblo, siempre sabio, le antepondría lo que es: consuelo de pendejo.