PERFIL DE MÉXICO
*CON TRUMP SE HUBIERA CUADRADO
Armando Ríos Ruiz
Desde que inició el período presidencial de Joe Biden, dio muestras de una tolerancia inusitada al gobierno de México, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, al
*CON TRUMP SE HUBIERA CUADRADO
Armando Ríos Ruiz
Desde que inició el período presidencial de Joe Biden, dio muestras de una tolerancia inusitada al gobierno de México, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, al Grado de enviarle casi cada semana a los más altos funcionarios a dialogar sobre temas inherentes a la buena vecindad y la prensa mexicana tenía que esperar la versión norteamericana, para enterarse del contenido de esas visitas, que solían ser siempre “muy cordiales”.
Además, nuestro presidente dio muestras durante todo su sexenio, de una inconformidad inmensa por el arribo de Biden a la Casa Blanca y de que Trump hubiera perdido la elección. Fue el penúltimo mandatario en reconocer el triunfo y en enviarle su felicitación. En todo momento rechazó con aires visibles de pleito, las críticas surgidas de instancias internacionales, como la ONU o la OEA, para sus dislates repetidos con frecuencia.
Solía decir que México es un estado soberano y que no necesitaba de nadie y aunque en parte es cierto, bien hubiera podido adoptar posturas más diplomáticas y escuchar y acatar ciertas críticas que también operaban como buenos consejos, pero prefirió traducirlas en retos peleoneros.
El embajador Ken Salazar también se mostró preferentemente magnánimo y hasta llegó a dudarse de su eficiencia en el tema de la diplomacia, porque hacía pensar que prefería ensalzar las acciones de un Presidente que mostraba incapacidad para ejercer un buen gobierno y visiblemente proclive a proteger a los criminales, sin que el representante de Estados Unidos acusara darse cuenta, a pesar de su comprobada capacidad.
El antecedente inmediato del rompimiento de silencio del embajador, se remite a su desaprobación de la Reforma al Poder Judicial, porque, dijo, afectaría la buena relación con su país. Esto bastó para originar la respuesta, siempre rijosa, del Ejecutivo mexicano, que exigió que no hubiera más intromisiones en nuestra política interna. “No vamos a someternos a ninguna potencia extranjera”, contestó con aires de suficiencia.
En otras palabras, le dijo que el gobierno de EU no tenía por qué meterse, aun cuando sus propias acciones los afectaran directamente por muchas razones, desde las de salud hasta las comerciales, pasando por otras. Que no tenían derecho a opinar, aunque se tratara de apuñalar a México en presencia del embajador, porque aquí la ley la impone el que gobierna.
Estados Unidos advirtió esta disparatada respuesta e instruyó a su representante contestar con dureza o, nada más que con la pura vedad, tan dura como demoledora y Salazar ofreció una conferencia con un contenido cáustico. Sostuvo que “la austeridad republicana puede dejar la seguridad peor de lo que está”. “La estrategia de ‘abrazos, no balazos’ no funciona”.
¿Quién sería capaz de negar que esa declaración es mentira? Cualquier mexicano con dos dedos de frente la aceptó, simplemente porque ha pensado exactamente lo mismo. Inclusive los enamorados del ex mandatario, aunque la soslayen porque reciben dinero que, lejos de ayudar, en realidad causa una enfermedad de dependencia crónica, quizá únicamente permisible en los adultos muy mayores, que ya ganaron a pulso dicha ayuda.
Abundó que “decir que no hay problemas es negar la realidad. “Y la realidad es que hay un problema muy grande en México…” No basta con “echarle la culpa a Estados Unidos” ni recurrir “a las explicaciones del pasado” para atajar la crisis. Lanzó una lluvia de vitriolo y demostró que antes había sido consecuente. Advirtió que demócratas y republicanos se unificaban en algo, en una paciencia que había llegado a su fin.
Ese diluvio de ácido se tradujo de diferentes formas. Todas coincidentes en que algo nos espera con el arribo de Trump a la Presidencia. No es posible determinar si la intromisión puede entrañar abusos y consecuencias graves para los mexicanos, aunque muchos se han llenado de esperanzas de que una posible intromisión pudiera poner fin a los excesos de quien aún gobierna.
Pese a todo, siempre fiel a su maestro, la Presidenta Sheinbaum respondió que no hay subordinación de su país hacia EU. Cualquiera sabe que no se trata de subordinación, sino de respeto. Hasta hoy han menudeado esas faltas al vecino. Lo dijo contundente Ken Salazar, de otra manera. Y es vedad.
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