PERFIL DE MÉXICO
*MILEI Y EL WOKISMO
Armando Ríos Ruiz
No pocos observadores políticos han hablado del quiebre de Argentina, a partir de los años ‘40 del siglo pasado, década en la que aparecieron dos actores
*MILEI Y EL WOKISMO
Armando Ríos Ruiz
No pocos observadores políticos han hablado del quiebre de Argentina, a partir de los años ‘40 del siglo pasado, década en la que aparecieron dos actores que se entronizaron en el gobierno: los militares y el peronismo. Descritos por éstos como los que surgieron y continuaron de diversas formas y colores “y es el kirchnerismo la última y más vulgar de sus versiones”. Coinciden.
Casualmente estuve en este lugar de Sudamérica en noviembre de 2023, cuando se efectuó la segunda vuelta de las elecciones en las que Javier Milei arrasó y se hizo con la Presidencia, frente al continuismo que representaba su contrincante, Sergio Massa, ministro de Economía gracias a quien se rebasaron todos los récords de inflación de las últimas décadas, publicaban los diarios.
Se dijo también que el gobierno del cual formaba parte, encabezado por Alberto Fernández y su vicepresidenta Cristina Kirshner, con pésima fama ganada desde su propia presidencia, extendida de 2007 a 2015, también tenía récord de ser el mayor productor de pobres. Vi a muchas personas hurgar en los botes de basura en busca de un pedazo de pan o comida arrojada como desperdicio.
Un hombre que hacía dibujos para ganarse la vida, con un aparato sobre el papel, nos informó de la ubicación del restaurante de pizzas Güerrin. De broma nos pidió un pedazo, si sobraba. Al regreso nos colmó de bendiciones, a nombre propio y de su familia por recibir una completa. Los escenarios de pobreza extrema abundaban inclusive en zonas adineradas, visitadas por esta clase.
“El Loco, apodo que le impusieron a Milei, entre otras cosas por haberse distanciado de sus padres, que cuando niño le inferían tundas terribles y expresiones como: ¡eres un inútil! ¡No sirves para nada! (el padre, avalado por la madre) Y por adoptar un perro con el que se comunicaba después de que murió, bien pronto comenzó a dar muestras de que esa dureza extrema le influyó para moldear otra clase de ideas que ha impulsado como gobernante.
Sabe hacia dónde quiere llevar a su país, al que aplicó desde su arribo al máximo poder estrategias económicas novedosas, con la intención de devolverlo a sus tiempos de gloria o a los anteriores al peronismo, cuando podía jactarse de poseer dinero abundante y tenía fama de ser el granero del mundo.
Sus disertaciones sonaron fuertes la semana pasada en el Foro de Davos, en donde expuso abiertamente su total desacuerdo con los expositores del Movimiento Woke, cuyo significado es “despertar de la conciencia” o, en consonancia con la derecha conservadora, forma negativa para definir a un sector de la sociedad vinculado con las ideas progresistas y de izquierda.
Nació recientemente en Estados Unidos, como rechazo a la brutalidad policial a personas afroamericanas como forma de protesta no violenta, para empoderar a grupos de la sociedad marginados históricamente. Si la intención inicial tiene marca de buenas intenciones, también es cierto que ha sufrido modificaciones por atentar contra la libertad de expresión y valores tradicionales.
Además de haber sido concebida como gesto antirracista, hoy se han sumado los conceptos de feminismo, aborto, lenguaje inclusivo y LGBTIQ, más las letras que falte añadirle. Como todos los movimientos que pretenden innovar conceptos revolucionarios en aras de la libertad, los ha trastocado y hoy pelea con los antagonistas, en un terreno en el que se han igualado en la exageración y en la falta de respeto de ambos bandos, a la sociedad y a sus libertades.
Si ambos se reunieran en una sinergia innovadora, desterrando lo malo de cada uno, seguramente resultaría en una buena forma de ver el mundo. Pero los expositores de una y otra opinión están seguros de tener la razón.
Milei dijo en el Foro, entre otras cosas, que wokismo, es un “virus mental de la ideología woke”, que se ha convertido en una epidemia que debe curarse. Coincide con Trump, aunque el mandatario estadounidense ha ido más lejos, al aceptar sólo dos sexos: hombre y mujer y descartar el tercero, vigente en todas las civilizaciones del mundo, desde la aparición del hombre.
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