De repente, sentí un fuerte sacudimiento que me hizo pensar que se trataba no solo de un “pequeño” temblorcillo sino de un ¡terremoto!, tal vez el único que he podido sentir en mi vida cuando tenía 32 años de edad, ya era casado con tres hijos pequeños.
De repente, sentí un fuerte sacudimiento que me hizo pensar que se trataba no solo de un “pequeño” temblorcillo sino de un ¡terremoto!, tal vez el único que he podido sentir en mi vida cuando tenía 32 años de edad, ya era casado con tres hijos pequeños.
Eran exactamente las 7:19 horas. En aquellos años fui afortunado que el INFONAVIT me hubiera dotado de una vivienda digna. Pensé que ese sueño se vendría abajo y que entre los escombros podría rescatar algunas pertenencias.
Por fortuna, no fue así; mi esposa e hijos corrimos hacia el estacionamiento de la Unidad Habitacional para “refugiarnos” del siniestro natural; veíamos cómo los edificios se meneaban de allá para acá; claramente noté que estaban bien construidos y que eran seguros de seguir viviendo bajo esos nuevos techos.
Enterado de las noticias por el lado de Jacobo Zabludowsky, en su programa 24 Horas, siendo reportero de la agencia mexicana de noticias, NOTIMEX, salí en mi auto para trasladarme a las zonas del desastre. En aquel entonces, todos los reporteros del órgano de noticias del Gobierno federal, recorrimos las zonas más siniestradas y donde “olía a muerte”.
Comencé una narración que se difundió por las ondas hertzianas de Radio Educación; describí cómo muchos edificios cayeron de viejos como efecto dominó; observé el rescate de las personas que quedaron en el edificio del restaurante Súper Leche; el logotipo de la baca que exhibía, quedó intacta, pero detrás un macabro panorama.
La monumental Torre Latinoamericana, que es un rascacielos ubicado en la esquina que forman las calles de Madero y el Eje central Lázaro Cárdenas en el Centro Histórico de la Ciudad de México, por su lado, ni un rasguño sufrió.
Vaya, el arquitecto que la diseñó Augusto H. Álvarez, debió haberse sentido orgulloso porque su magna obra quedó incólume. Erguida. Edificio con una altura de 204 metros (si se incluye la antena), con 44 pisos, y a través de su historia, la convirtieron en uno de los edificios más emblemáticos, siendo la mole más alta de la capital mexicana desde su construcción en 1956 hasta 1972, año en que se completó el Hotel de México, actualmente el World Trade Center-México.
Pero la aventura no queda ahí, recorrí posteriormente la avenida Juárez. El terreno era un campo que simulaba haber sido destruido por un bombardeo. Desde el Eje Lázaro Cárdenas, se apreciaban densas columnas de humo negro, sobre todo en lo que fue el Hotel Regis y el Hotel del Prado. Dos edificios que no quedaron ni vestigio de ellos.
Luego entonces, en el perímetro de La Merced, el Caso Monchito, en la calle de Regina, donde los dueños, unos españoles de una tienda de telas que se vino abajo por el bailoteo feroz de la tierra, con la ayuda de la fuerza pública no permitieron que le sucediera algo al niño Ponchito.
Topos y rescatistas se dieron a la tarea de indagar el paradero del pequeño Ponchito. Pasaron los días y nada de la criatura, hasta que un día, el periódico Ovaciones, 2ª. Edición, que le había dado seguimiento al caso, descubrió que no se trataba del niño perdido, sino que era una caja fuerte que tenía millones de pesos, alhajas de oro, y otros valores.
El segundo sismo fue horrible. Resulta que el 20 de septiembre, siguiendo la nota, viví dos experiencias extraordinarias. La primera fue cuando acudí al Parque del Seguro Social, donde se exhibían juegos de béisbol de la Liga Mexicana, el cual fue habilitado como gigantesca morgue.
En los jardines de ese parque de béisbol, cientos de cadáveres fueron depositados y apilados para ser reconocidos por sus familiares; la entrada de personas fue interminable; se observaron cuerpos totalmente destrozados, irreconocibles; unos dicen que fueron como 50 mil los muertos, pero el Gobierno mexicano solo decía que pudieron haber sido entre cinco y siete mil.
El vía crucis no terminaba ahí. Miles de personas caminaban como zombies, con la vista casi perdida, buscando cómo llegar a sus hogares; el transporte era insuficiente; todos a caminar, no había de otra; de tal suerte que tomé el Metro de la Línea Uno que corre de Zaragoza a Observatorio.
Nunca como esa noche del 20 de septiembre de 1985, alrededor de las 19 horas, vi tan cerca la muerte. Me atreví a no caminar más. Subí en la estación Pino Suárez dirección Zaragoza, y en el tramo entre las estaciones Candelaria y San Lázaro, el conductor hizo una parada de emergencia porque estaba temblando otra vez.
A los trenes del convoy se le tuvo que cortar el suministro de energía eléctrica para evitar cualquier incendio o que los usuarios aterrorizados y “muertos” de miedo, fueran “todavía a morir” electrocutados.
El cajón por donde transita el Metro quedó en la completa oscuridad. No se podía ni ver ni un centímetro, sino detectar las respiraciones aceleradas de los usuarios. Muchos comenzaron a rezar, otros a implorar perdón de sus pecados; muchos más guardaban silencio como esperando el final de sus vidas.
Fueron alrededor de diez minutos de ansiedad. Por la alta voz de los convoyes solo se escuchaba los consejos del conductor. “En breve llegaremos a la estación San Lázaro; les pedimos que no desesperen, todo va a salir bien. Una vez que lleguemos a San Lázaro, por favor no corran, salgan tranquilos al exterior y como puedan, váyanse a sus casas”. Fue como haber vuelto a nacer.
Ya en el exterior, el ulular de las ambulancias era interminable. Al horizonte se observaba tétrico…, de cómo a la Ciudad de México le salían cortinas y columnas de humo, polvo y cenizas. Fue una pesadilla. Los días prosiguieron y el ambiente de la capital se tornó nauseabundo, el olor de putrefacción de miles de cadáveres era insoportable.
Esa fue una terrible historia que viví cuando tenía 32 años. Hoy 62. Y aun me acuerdo que el terremoto que destruyó grandes partes de mi ciudad, pareciera que esto fue apenas ayer.
Rescatando memorias de los escombros
La narrativa podría forma parte como una aportación documentada de mi vida profesional como reportero, al inducirme a la co-participación en el marco del homenaje A 30 Años del Sismo, organizado por el Gobierno de la Ciudad de México, donde se presentará una serie de mesas de discusión, así como un cortometraje testimonial que pretenden reconstruir las memorias sobre el terremoto de 1985, actividades que se llevarán a cabo a partir de este fin de semana y hasta el 3 de octubre en el Museo de la Ciudad de México.
El recinto de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, en colaboración con la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), abrirá este sábado de las 17:00 y hasta las 20:00 horas Mesas de discusión sobre el terremoto de la ciudad de México de 1985. Rescatando memorias de los escombros, las cuales permitirán al público escuchar y reflexionar acerca de las experiencias y hazañas que vivieron algunas figuras del periodismo durante el movimiento telúrico del 85.
Con la participación de reconocidos escritores, cronistas, periodistas, antropólogos e historiadores mexicanos, las mesas pretenden abrir la mente a los recuerdos y transmitir las vivencias, situaciones, etapas en las que se fue diluyendo la catástrofe sufrida en la ciudad, así como traer a la actualidad las notas y hechos que algunos de ellos relataron en su momento.
El programa que presentará el Museo de la Ciudad de México para las mesas de discusión, incluye la charla los Recuerdos que aún tiemblan en mi memoria, en la cual participarán la Maestra Griselda Fuentes Rojano, tres sobrevivientes del sismo y un antropólogo social como comentarista.
Asimismo, Evangelina Corona, líder del sindicato de costureras 19 de Septiembre, encabezará la mesa de debate sobre Contar las cosas como pasaron, en la que hablará sobre su autobiografía y memorias sobre el trágico día.
La sinergia entre la ENAH y el Museo se dará a través del Coloquio Rescatando memorias de los escombros, un acercamiento antropológico al sismo de 1985, programa cuyo propósito es crear un espacio de reflexión y análisis sobre los procesos sociales gestados a partir de este desastre natural ocurrido hace tres décadas. Los trabajos abordarán las consecuencias, cambios y retos que el sismo ocurrido el jueves 19 de septiembre de 1985 dejó en la ciudadanía de la metrópoli.
Más que ser un espacio donde se hable de los cambios urbanísticos y de arquitectura e ingeniería, generados después del temblor, con estas mesas se busca escarbar en los escombros de la memoria de los ponentes para extraer recuerdos, experiencias, vivencias y crónicas individuales, para de esta manera compartirlas con el público.
Para el siguiente sábado, el 26 de septiembre, habrá una mesa de discusión con fotorreporteros que cubrieron la noticia del sismo y sus consecuencias. Algunos de ellos compartirán y presentarán imágenes sobre el tema, ejercicio que tiene como objetivo evocar la memoria y experiencias en la manera como se cubrió la noticia en los distintos medios de comunicación.
Entre los invitados a esta reunión están Fabrizio León (fundador de los periódicos La Jornada y La Jornada Maya), Guillermo López (de Televisa) y Alejandro Hermenegildo (quien cubrió la noticia para Televisa y otros medios impresos) y Jesús Villaseca (fotorreportero de La Jornada).
Para contribuir con el homenaje, ese mismo día María del Carmen de Lara, directora del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), exhibirá el cortometraje No les pedimos un viaje a la luna, el cual ganó el premio Ariel a Mejor Mediometraje Documental o Testimonial en 1987 y en el que se aborda el contexto del movimiento telúrico y la experiencia que los mexicanos experimentaron.
Luego, el sábado 3 de octubre cerrarán las mesas históricas con la participación de cronistas y escritores que estarán encargados de reconstruir las memorias de los escombros, a través de los recuerdos tanto propios como los recogidos entre los habitantes de la ciudad. Entre los invitados a la mesa están Benito Taibo, Armando Ramírez, José María Espinasa y Cuauhtémoc Abarca.
Las mesas de discusión se llevarán a cabo los días 19 y 26 de septiembre, así como el 3 de octubre, de las 17:00 a las 20:00 horas, para las cuales se hace una invitación abierta al público. A las personas interesadas en el tema, se les invita a recorrer exposiciones y visitar la oferta cultural que ofrece el Museo de la Ciudad (Pino Suárez 30, Centro Histórico) en su horario de 10:00 a 18:00 horas.
Para más información sobre las actividades del homenaje A 30 Años del Sismo, visite la página www.cultura.df.gob.mx/sismo85
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