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HISTORIAS EN EL METRO VAGONEROS

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HISTORIAS EN EL METRO

VAGONEROS



Por Ricardo Burgos Orozco



Ser vendedor en el Metro no es cosa fácil. Hay que enfrentarse con un sinnúmero de broncas, arbitrariedades, controles, supervisiones, competencias,
HISTORIAS EN EL METRO

VAGONEROS



Por Ricardo Burgos Orozco



Ser vendedor en el Metro no es cosa fácil. Hay que enfrentarse con un sinnúmero de broncas, arbitrariedades, controles, supervisiones, competencias, moches, corrupción -- aunque digan que ya se está acabando, aquí continúa, según me dicen los involucrados --. También hay que tener en cuenta que el ambulantaje en el Metro está prohibido por el reglamento de la Ley de Movilidad de la Ciudad de México. Sin embargo, a los vagoneros, como se les conoce comúnmente, los encontramos en escaleras, andenes, pasillos, en las entradas y salidas de las estaciones. Su número ha crecido como helecho trepador y principalmente porque el desempleo está de la quesadilla sin queso. El otro día me encontré a un señor maduro, más o menos de mi edad -- en la flor de la vida--. Vende rompecabezas para niños, audífonos, plumas de fantasía y quiénsabe qué más en la Línea Dos. Me dijo que él era empleado de un banco hace algún tiempo, lo liquidaron, con el dinero puso un changarro de comida casera, pero no resultó y desesperado porque había que mantener a la familia, se conectó con una persona que maneja a un grupo de vendedores en el Metro y le entró a comerciar productos. Al principio --confiesa-- le daba mucha pena que lo vieran los conocidos, pero después se fue acostumbrando, pero se tiene que cuidar de que no lo atrapen porque le quitan su mercancía y lo sacan. Mientras me platicaba se asomaba y volteaba para norte y sur en cada parada de estación. Se veía ya con mucha práctica para burlar inspectores. No le pregunté, porque se me fue, cuánto tiene en este "negocio". Una señora regordeta en la estación Ermita esperaba un vagón y observé que vendía discos compactos, los traía en la mano con un pequeño reproductor. Me fui acercando lentamente, como no queriendo, y le pregunté --por supuesto muy amable-- por qué los discos que venden en el Metro se descomponen tan rápido. Es que un día compré uno de los Creedence y a la tercera canción escuchando en casa, se detuvo y jamás volvió a tocar. Mejor lo tiré. Eso no sé, joven, yo nadamás los vendo, contestó. Me barrió unos segundos con una mirada indiferente y se alejó de mi cercanía. El viernes pasado, en uno de los andenes de la estación Zapata, un grupo de personas tenía en un rincón a un hombre de facciones indígenas, moreno, chaparrito, delgado, vestido de manera humilde, con un niño de unos seis años a su lado. Seguramente es su hijo. El hombre traía al hombro una bolsa grande color azul. No se veía el contenido, pero parecían barras de amaranto. Lo tenían tan custodiado que creí que era uno de los involucrados del atentado en la Plaza Artz. Intuí que era personal del Metro. No podía ser de otra manera, me dije. Un tipo con un chaleco rojo, como de 1.80 de estatura, se paró frente al detenido y le tomó una foto, casi obligándolo a posar, mientras otros cuatro lo rodeaban para que no se escapara. Yo de metiche o con espíritu reporteril por naturaleza, me acerqué y le pregunté al grandote de la razón de la foto al peligroso malhechor capturado ¿Quién pregunta? me soltó de inmediato mirándome retador. Sin amilanarme --ajá--, le contesté que solamente era un usuario intrigado. Mire, señor, usted es una persona mayor, merece mi respeto y por eso le contesto: está prohibido el ambulantaje aquí adentro y tenemos la orden de sacar a toda la gente que esté vendiendo. Sé que está prohibido, pero ¿Y la foto para qué? Le insistí. Bueno, es que tenemos un grupo de WhatsApp los vigilantes de las estaciones y le tomamos fotos a todos los vagoneros que agarramos y las compartimos para ir conociéndolos y que ya no entren. Le di las gracias por la atención y me alejé sin saber la suerte que iba a correr el vagonero detenido. Mientras subía las escaleras de la salida reflexionaba sobre el tremendo y sofisticado aparato de inteligencia que han armado los vigilantes del Metro con un sistema bonito y barato ¡Con un grupo de WhatsApp! ¿Será muy eficiente su sistema?

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