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CUANDO NO ESTÁS

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HISTORIAS EN EL METRO

CUANDO NO ESTÁS



RICARDO BURGOS OROZCO

Las marchas y los bloqueos suceden todos los días en la Ciudad de México por infinidad de temas –a favor del aborto, en contra, por la emancipación de las mujeres, por la equidad, el
HISTORIAS EN EL METRO

CUANDO NO ESTÁS



RICARDO BURGOS OROZCO

Las marchas y los bloqueos suceden todos los días en la Ciudad de México por infinidad de temas –a favor del aborto, en contra, por la emancipación de las mujeres, por la equidad, el movimiento lésbico gay, por el fallecimiento de cantantes famosos, por los estudiantes, por los 400 pueblos, por los rechazados en las universidades, por la lucha sindical –. Hay miles de pretextos para armar una manifestación en nuestras calles. Quienes vivimos aquí tenemos que aguantar. No nos queda otra. Hace días leí en redes sociales el sufrimiento de los automovilistas o quienes debían tomar un vuelo y se angustiaban porque no iban a llegar a tiempo. Las principales avenidas cerradas por miles de taxistas y sus vehículos y ellos parecían disfrutarlo. Hubo de estos conductores que armaron el baile en pleno Reforma, como si fuera en una fiesta. Otros aprovecharon y se aventaron una cascarita. Ese día de los mega bloqueos me encontré a un exvecino de la colonia Portales. Yo iba hacia Polanco de Mixcoac; él a Tacubaya. No me dijo a qué ni le pregunté. Es un alcohólico redimido. Yo estoy semiretirado. Se llama también Ricardo. Ya jubilado. Mira, tocayo -- me dijo—nos quejamos del Metro, pero es una chingonería. Ya ves que yo tengo mi cochecito, pero prefiero andar aquí; no me angustio manejando, ando relajado y si se para o se suspende el servicio, me bajo y ya. El otro día soñé que no existía. A lo mejor cené mucho. Fue una especie de pesadilla. Salí de la casa, caminé a Tlalpan y no estaba. La avenida estaba como antes de 1968. Había filas enormes en las paradas de las peseras, la gente se desesperaba y mejor caminaba, otros tomaban taxis, pero no eran suficientes, había discusiones y pleitos entre la gente. El Metrobus tampoco se daba abasto; para subirte debías ser muy paciente; si te iba bien, lo abordabas después de una hora y media. El gobierno había promovido mucho el uso de la bicicleta, pero tampoco era la solución. En las oficinas suspendían el trabajo porque las marchas y manifestaciones impedían el traslado de la gente. Eso sucedía dos o tres veces a la semana. Por consiguiente le daba al traste a la economía de la ciudad. En centros de servicios no abrían, algunas fábricas cerraban jornadas completas ante el ausentismo de sus obreros, en las escuelas llegaban los maestros, no los alumnos; en otras no había profesores, pero si estudiantes. En algunas más ni maestros ni alumnos. La educación estaba en retroceso en todos los niveles. Las protestas y manifestaciones aumentaban a diario porque la gente exigía mejor transporte ¡Ya párale, tocayo, qué bárbaro, no dejas de ser economista ni en tus sueños! Le dije. Ricardo se bajó en Tacubaya. Yo seguí a Polanco en un vagón repleto de usuarios, apretado, sudando y con paros imprevistos mientras afuera había un caos de tránsito. Cuando fue presidente, Miguel de la Madrid me acuerdo dijo en una conferencia que el Metro es un mal necesario. No sé si mal, pero necesario, por supuesto.



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