El gobierno federal le ha enchufado turnos extras a la producción en serie de desaciertos que, a los ojos del pueblo, comete con depravada pasión.
El gobierno federal le ha enchufado turnos extras a la producción en serie de desaciertos que, a los ojos del pueblo, comete con depravada pasión.
Pareciera que es a propósito. Y luego se dice incomprendido, como si la parte madura de los 129 millones 140 mil 363 mexicanos que el reloj poblacional de la ONU había contabilizado hasta las 8:44 del martes 13 de septiembre, fuera una bola de ignorantes y rasposos malagradecidos.
El descrédito que cultiva no puede ser más eficaz, cuando a las pifias reformistas, diplomáticas, de seguridad pública y de corrupción sin freno le agrega un daño mayor y discriminatorio como es el degradante plan de recorte presupuestal de casi 240 mil millones de pesos para 2017, dirigido con afectación directa a los programas sociales y dejando intactos a la obesa estructura burocrática y a gobiernos estatales vestidos de corruptos de pies a cabeza.
A cambio, pide que se hable bien de su talento para gobernar. El mal tino de la promoción oficial trazada en spots, que por un cachito más podrían ingresar al selecto grupo de tarugadas sin retorno, radica no solamente en la escasez de materia positiva para el elogio, sino porque el propio presidente Enrique Peña Nieto fue mandado a lanzar tiros a lo loco bajo el lema de que “lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”.
Es claro el propósito de enfriar el ambiente y decorar el cuarto año de agitada gestión. Pero en su sobreactuada perorata, el presidente Peña Nieto deja abierto el debate de que así como existe algo BUENO que “casi NO se cuenta”, también existe algo MALO de lo que SÍ se cuenta… y mucho.
Ya no existe droga gubernamental capaz de anestesiar al mexicano común para amortiguar los daños producidos. Las distracciones para ocultar la febril entrega de soberanía y riquezas naturales a las potencias extranjeras ya no funcionan. Ni veinte muertes de Juan Gabriel atenúan el descomunal agravio infligido al país entero al traer de modo furtivo e injerencista a un tipo cretino como Donald Trump, ni otras tantas pueden impedir el análisis de las fatídicas consecuencias que provocó y tampoco frenarán el pronóstico de las que ocasionará en un futuro cercano.
Si algo se le ha de reconocer al gobierno peñista es su franqueza y ánimo de demostrar para quién gobierna. Pero se ha metido en medio de un fuego cruzado porque no deja conforme a ese atajo de insaciables acumuladores de riqueza a los que se debe y que le exigen recortar al doble el presupuesto, mientras la nube de mexicanos menesterosos (la famosa “prole” que embutió con desprecio Paulina Peña) se hace más densa.
Pero esos marrulleros que históricamente han maniobrado para influir e imponer gobernantes a modo para defender y agrandar sus intereses, no lo son de gratis; saben que cuando la credibilidad de “su” obsequioso personero va a la baja, es indispensable retraerse. Ese vacío que le provocan en estos momentos sus traidores aduladores, debe aumentar la incertidumbre gubernamental.
Es el caso de Televisa, la poderosísima empresa que de manera ostensible fecundó la figura con que Peña Nieto alcanzó la Presidencia de la República; esa misma que acomoda a incondicionales en el Congreso, que determinó a la titular en la Procuraduría General de la República y empujó a un ministro con antecedentes negros en la Suprema Corte de Justicia para redondear su influencia, auto protección y poder; esa Televisa prepotente y manipuladora que en las redes sociales se le acreditan negociaciones oscuras hasta de narcotráfico, de manera sigilosa le retira el comedero al gobierno.
En forma tendenciosa (de lo cual es experta), modifica el habitual tono amable de su observaciones alrededor del gobierno; deja ir ahora los pesados calificativos e información que antes no permitía en contra de su engendro; sus “analistas” de cabecera inusitadamente se vuelven críticos al gobierno en sus mismos espacios y en los ajenos; se deslizan “informaciones” en bruto respecto de un trato menos tosco y más gentil hacia Andrés Manuel López Obrador, otrora enemigo propio y de su creación gubernamental...
En fin, se resguarda y acicala para ofrecer su falsa virginidad a un futuro prospecto político que desarrolle las mismas ambiciones presidencialistas que en su momento le inyectó al actual mandatario, añadidas a las denunciadas artimañas salinistas para ejercer el poder tras el trono.
Con independencia de los achaques que en materia de imagen y accionar administrativo y político lo empañan a grados de humillación, el gobierno federal debe dar gracias a que, efectivamente, hay cosas que “casi no se cuentan”… como el caso de las 200 hectáreas contiguas a los terrenos de construcción del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y que sorpresivamente fueron “donadas” al municipio de Chimalhuacán, Estado de México, gobernado por la organización Antorcha Campesina, para concretar ahí presuntos proyectos sociales y de oferta empresarial y laboral.
Lo que también “casi no se cuenta” es que el enorme predio llamado “Los Tlateles” fue ocupado vía fast track para evitar que grupos antagónicos al antorchismo, dirigidos por el alcalde perredista de Texcoco, Higinio Martínez Miranda, quien le prodiga un odio enfermizo a Antorcha Campesina, lo invadieran y se posesionaran de por vida de la valiosísima tierra. De este modo, el gobierno de la República puso en “Los Tlateles” a un fiel “cuidador”, en tanto decide hacer después ahí lo que se le venga en gana.
Tampoco se cuenta que la antiperredista y fulminante ocupación fue pactada… en la Secretaría de Gobernación.
EL OSO DE LA DÉCADA
Sabiendo ya como se las gasta en el arte de las conspiraciones, la pizca de reyezuelos mexicanos ilusos que, embrutecidos por creer que el mundo no es nada sin ellos y que se han enredado en la elección presidencial de Estados Unidos como si fuera suya, les ha de resultar divertido (y con una enorme dosis de valemadrismo) saber que la vida le depara a México un futuro más negro que el presente funesto que le ha encajado la actual administración pública federal. Y todo por culpa de quien la dirige… y de sus secuaces.
Es ocioso ya describir el ridículo made in Mexico que se mandó confeccionar el presidente Enrique Peña Nieto a raíz de la “entrevista-recepción” que le organizó al candidato republicano de corte fascista a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, individuo que a su desparramado nivel de insolencia y racismo se le agrega otra “cualidad”: sus alcances intelectuales son equiparables a los de un niño de seis años, como se lo recordara el senador Mario Delgado Carrillo.
Lo que no deja de fastidiar es que los mexiquenses cálculos de ganancia política y diplomacia chicharronera, o los de quienes le sugirieron “invitar” a Los Pinos a Trump, estuvieron más errados que las predicciones de Julio Mayo. Equivalió, en palabras del mexicano decente, a meter a la casa al mamarracho que ofende a tu familia completa, y a la que le augura una permanente y severa garrotiza.
Si es que, como se difundió, fue el coautor del mayor ridículo del sexenio al armarle al presidente de la República el osotote de entrevistarse con el güerito nazi en Los Pinos en vísperas de la elección presidencial en Estados Unidos, Luis Videgaray Caso hace 40 años no solamente hubiera estado como está destituido por ayudar a enanizar más, como dijera Manuel Barttlet, la sombría administración de Enrique Peña Nieto, sino, cuando mucho, mandado a cuidar un corralón para triciclos.
La caligulesca humillación era la firma de hace cuatro décadas y el castigo que ahora se auto infligió el ex secretario de Hacienda, fue ahorrarle a sus adversarios una buena parte de la carnicera contienda por la postulación priísta hacia la elección presidencial de 2018.
La suspicacia brota. Malévolos como son, los enemigos políticos de Don Luis debieron adivinar que poco bueno habría que contar de la sigilosa visita trumpodiana. Y lo dejaron ir (… a Don Luis) para que tronara como al final tronó. Ahora, y como herencia fatídica, los espacios estratégicos que Videgaray se había apropiado para preparar su lanzamiento al estrellato en 2018, serán inevitablemente desocupados (incluida la dirigencia nacional del PRI), si no ocurre una chicanada que lo rescate del ostracismo político que se hizo a la medida.
El pésimo pronóstico de la cuadrilla de mexiquenses que como Videgaray fueron encaramados por el mandatario en su gabinete, sólo pudo ser competido por los yerros presidenciales al disculpar a Trump en su afiebrado racismo. Las “malas interpretaciones” a que aludió Peña Nieto durante la madre de todos los fracasos diplomáticos, constituyen sin más ni más un tácito reconocimiento y personalísima sumisión anticipada a lo que el siniestro Trump decida hacer de México y de los mexicanos si gana la elección presidencial.
La promesa de que México pagará el muro fronterizo que prometió levantar, y que mereció de Peña Nieto una negativa cibernética, en realidad merecía un rotundo rechazo al proyecto en general y no solamente en términos financieros. El olor absolutista que emana, lo reiteró Trump en su impositiva oferta de acomodar a los exclusivos intereses estadounidenses el Tratado de Libre Comercio. Este “es el verdadero peligro, no el muro”, le advierten aún los analistas a Peña Nieto, frente a lo cual argumenta que sus decisiones “serán comprendidas dentro de poco tiempo”.
Con todo ello, espantoso es el panorama que tiene México por todos los ángulos. Tan seguro es, como que Trump o Hillary Clinton, alguno de los dos, será presidente de EU. De serlo, está previsto que Trump machacará con especial furor todo lo que huela a tacos, como lo ha prometido. Y si resulta elegida, está previsto que Clinton, invitada dos semanas después de que Videgaray había asegurado la visita del güerito fascista, le cobrará a México con altísimos intereses la factura por haber sido ninguneada y porque el yerro diplomático garrafal en México, se convirtió en EU en una plataforma de promoción de Trump.
“Dime con quién andas y te diré quién eres”, le mensajeó Clinton al par de trampositos compadres, lo que encierra no solamente un sentimiento de rencor por el albazo, sino de advertencia velada de futuras revanchas en lo que corresponde a México.
Suerte te dé Dios que una nueva colonización poco te importe, rezarán festivos quienes se desviven por terminar de entregar a México… pero sin mexicanos, exigiría Trump.